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FILMOTECA ESPAÑOLA Y EL ARCHIVO FÍLMICO: LA ÚLTIMA FRONTERA               23



            internacional porque no quiero que este parezca uno más de esos artículos que fían todo a importar
            el modelo francés de fomento y promoción del cine a nuestro territorio nacional, pero sí pretendo
            llamar la atención sobre lo que está sucediendo en los mercados cinematográficos globales. Algo
            se está moviendo y lo está haciendo de forma muy rápida. Aquellos países que no ocupen una
            posición en el nuevo terreno de juego en los próximos años habrán perdido una oportunidad de
            diplomacia, pero también económica, y sin duda patrimonial.

                El Gobierno Español (cualquiera que sea, del color que sea) tiene que dotar a la Filmoteca
            Española de los medios adecuados para que ésta desarrolle una estrategia global y posicione al
            país en ese contexto de la geopolítica audiovisual donde el cine clásico (de los diferentes contextos
            nacionales) juega un papel cada vez más relevante. Sin una política pública al respecto, por mucho
            que se quieran esforzar  algunos productores en restaurar sus títulos, es una batalla que no se
            puede afrontar en el terreno del patrimonio nacional. Y no lo olvidemos: el cine español actual será
            valorado en los mercados internacionales en tanto en cuanto forme parte de un relato histórico, de
            una narración, que lo sustente. Es cierto que quizá vamos un poco tarde, pero antes que ver el vaso
            medio vacío, conviene pensar que nos encontramos ante una oportunidad única que no podemos
            perder. Es hora de que una Filmoteca Española con los recursos humanos y económicos necesarios
            y actuando en red junto al resto de las filmotecas públicas, autonómicas o municipales, y archivos
            fílmicos privados que existen en el país, se ponga al frente de la creación de esos relatos. Ni estará
            sola en la labor, ni tendrá que realizarla desde cero. La estrategia pasa por profundizar los contactos
            con el mundo académico, universitario, y esforzarse en hacer el trabajo de traducción, transferencia
            y diseminación de los nuevos relatos que desde ese contexto se han creado sobre el cine español
            en el último cuarto de siglo. Un relato plural, diverso y complejo, que no pueda ser secuestrado
            políticamente y que nos permita a todos reconocernos en él. Un relato histórico que está, no por
            construir, pero sí por transferir al conjunto de la sociedad. Si conseguimos hacerlo, servirá tanto
            para reivindicar el valor patrimonial de nuestro cine (y que este deje de ser utilizado como arma
            arrojadiza), como para que la cultura española pueda ensanchar, todavía más, las fronteras de su
            catálogo en el tablero global del softpower.


                De fuera a dentro

                Un teórico norteamericano, Rick Altman, ya dejó escrito antes de la introducción del actual
            paradigma digital que el cine a lo largo de la historia no era un objeto cultural unitario y estable. El
            término cine servía, según Altman, para meter en un mismo saco espectáculos diferentes, formatos
            diferentes, productos diferentes, públicos diferentes… Era una forma de simplificar, etiquetar y
            ayudarnos a entender como unitaria una forma expresiva que había mutado muy profundamente
            a lo largo de un siglo. Sin entrar en un debate nominalista parece que, por primera vez en la
            historia, el concepto cine corre el peligro, si no de desaparecer, sí de quedar limitado a una serie
            de experiencias minoritarias y más bien pertenecientes al pasado. Si bien es cierto que los eventos
            cinematográficos siguen siendo actos que llaman la atención y se pueden convertir en ampliamente
            mediáticos, las salas comerciales de cine, con sus sesiones regulares y horarios fijos todos los días,
            cada vez languidecen más… Por más que nos esforcemos en lo contrario, ir al cine ha dejado de
            ser en muchas ocasiones una fiesta para convertirse, cuando menos, en un acto de militancia. Hoy
            florecen por lo tanto los eventos cinematográficos: se asientan más festivales con presupuestos
            más sólidos, se promueven presentaciones especiales de títulos, se generan verdaderos tours de
            los equipos de las películas para acompañar a sus estrenos… ¿Qué papel debe desempeñar una
            institución como Filmoteca Española en ese nuevo contexto?

                No hay respuesta fácil a esa pregunta, pero desde luego, al menos hay dos cuestiones que tener
            en cuenta en cualquier opción que se quiera articular. Por un lado, Filmoteca Española tiene que
            ser la memoria de todas y cada una de esas diferentes prácticas culturales que ha sido el cine a lo
            largo de la historia. Por el otro, y para no quedar recluida únicamente a ese maravilloso museo
            obsolescente, tiene que entender su archivo como la memoria audiovisual viva del país. El archivo
            de Filmoteca Española no se limita a ser el del cine comercial del país. Por el contrario, reúne
            además unas muy ricas colecciones de imágenes en movimiento que se han producido por parte del
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