Page 14 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2022
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                 Los cambios tecnológicos son un factor importante. La historia reciente nos ha enseñado cómo
             el mercado y la industria reaccionan en su totalidad ante los progresos de las máquinas: primero se
             inventó el cine mudo, luego las “talkies”, después la TV en blanco y negro, la TV en color, pasamos
             de tener dos canales en la televisión a una docena, llegó el VHS, luego el DVD, la TV digital,
             Internet y finalmente las plataformas. Todo este desarrollo cambió por un lado las audiencias y su
             comportamiento, y también la industria responsable de fabricar, distribuir y exhibir todos estos
             contenidos a nivel nacional e internacional. Durante las últimas tres décadas, más o menos desde
             que se inventó Internet, hemos visto cambiar, nacer y morir, y también transformarse a muchas
             empresas.

                 En cuanto al mercado y a las oportunidades que nos ofrece, los cambios dependen en parte
             de lo que pasa en el lado tecnológico. Pero también de lo que ocurre en el mundo, en general. Las
             llamadas “tendencias del mercado” se forman en base a la conciencia colectiva, más amplia o más
             organizada por nichos, modas y necesidades sociales. Hay un bombardeo de voces constante, a
             una velocidad e intensidad comparable a la de un fuego artificial de fin de año, que nos riega
             constantemente con noticias, alertas, titulares y anuncios. Los medios de comunicación,  tanto
             analógicos como digitales o los influencers, etc. pueden influir en las tendencias, pero no siempre
             aciertan, porque se suelen dejar llevar por criterios subjetivos.

                 Dentro de esta tormenta de interpretaciones de lo que está pasando, hay dos leyes que podemos
             identificar como constantes:

                 La primera es la Ley de la Oferta y la Demanda. Si la oferta no se corresponde a una demanda,
             se produce una asimetría, y esto casi siempre significa problemas.

                 La segunda es la Ley del Miedo. Si los creadores, los productores y los compradores optan por
             tratar de copiar el éxito del prójimo, en vez de ajustar su oferta a la demanda, corren el riesgo de
             querer satisfacer una demanda que ya está cubierta, o de salir mal parados en comparación con el
             producto al que se ha copiado.

                 Ambas leyes se suelen cumplir en base a un cierto desconocimiento, porque cuesta destilar del
             ruido mediático las conclusiones necesarias para tomar buenas decisiones y elaborar una visión
             estratégica coherente a medio plazo.

                 Para salir de este estado de confusión y de riesgo, lo recomendable sería considerar, a parte de
             los criterios subjetivos, otros más objetivos, y para esto se necesitan “datos”. Los datos son los que
             son, no hay posibilidad de cuestionarlos, cuando son el resultado de una medición bien hecha, y
             están contrastados. No siempre es fácil obtener estos datos, y aún más sin tener que pagar por ellos,
             pero gracias a la digitalización, hoy es más fácil que nunca tener acceso a muchos tipos de datos.

                 Hay datos que son fáciles de interpretar por uno mismo.  Por ejemplo,  si organizamos  un
             pase de una película recién terminada, utilizando un grupo de enfoque, y los cuestionarios de la
             audiencia muestran una valoración positiva de la obra, este dato es fácil de entender. Sin embargo,
             es posible que la película defraude después de su lanzamiento comercial, tanto a nivel nacional
             como internacional y nadie se explica por qué. Lo más probable es que la película no corresponda a
             ninguna demanda, aun siendo buena, porque, fundamentalmente, la estrategia de marketing y de
             distribución falló, no logró conectar la oferta con la demanda.

                 Los estudios realmente buenos de audiencia son la suma de datos cuantitativos de calidad y de
             un análisis cualitativo acertado. Se suelen utilizar para hacer ejercicios de evaluación comparativa,
             con el fin de averiguar qué productos (películas, series, etc.) similares al que tenemos en desarrollo
             han funcionado  en el mercado,  y por qué. También se  puede descubrir  cuánto  han costado  y
             cómo se han financiado, algo que siempre es interesante de saber, sobre todo si partimos de la
             premisa que una producción no debe de costar más de lo que puede valer en el mercado. Todos
             estos datos luego nos permiten determinar cuál debe de ser el coste máximo de nuestro proyecto,
             y cómo podemos optimizar la recuperación de la inversión. Se trata de estudios más o menos
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