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EL NACIONALISMO CINEMATOGRÁFICO EN ECUADOR                         327



            reducidores de cabezas”  (Freider 1969, 00:31:05), como los llama el coprotagonista. En la película,
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            resulta que los tales “aucas” viven cerca de los territorios de la nacionalidad  Tsáchila, cuando
            en realidad están separados por la cordillera de los Andes, error geográfico que no preocupa al
            director, porque su película no va ni de la antropología ni de la interculturalidad –que en aquellos
            años no se había formulado todavía–, sino de la “unión libre” de una especie de lumpen burguesía
            argentino-ecuatoriana, en pos de recuperar un tesoro escondido en la selva.

                A su llegada desde Buenos Aires, la diva recorre una moderna ciudad con el tema Guayaquil
            de mis amores de fondo musical, la canción-himno del puerto. El pacto con el socio ecuatoriano, el
            adinerado geólogo conocedor de la zona, es sellado con un fulminante encuentro sexual motivado
            por la diva. Ya emparejados, parten desde la ciudad civilizada al mundo “salvaje” de los tsáchila,
            con el suficiente dinero para comprar a sus pobladores: “Tenemos plata y a ellos les gusta” (Freider
            1969, 00:34:50).

                Una vez en el mundo adánico, una desnuda Eva-Leblanc de la civilización argentino-europea
            toma su baño de río junto a un desnudo hombre tsáchila, y folla con él de una vez, con lo cual
            consigue lo que el dinero no pudo: que este los guíe al temible mundo “auca”. Al final, todos los
            expedicionarios mueren a manos de los “salvajes”, menos ella, porque pagó el precio que sólo
            la mujer podía entregar: follar con los jóvenes príncipes, a pedido del “cacique auca”. La diva
            es encontrada desfallecida en la selva por unos muy educados soldados, quienes llevan a la
            mujer semidesnuda ante un muy correcto capitán de una avanzada militar. Es la avanzada de la
            civilización en la barbarie de la supuesta Amazonía, tarea que el ejército asumió en aquella época
            de la exploración del verdadero tesoro que la selva escondía: el petróleo. Era la década de las
            dictaduras militares en el Ecuador y en otros países de América Latina, que habían asumido el
            encargo de imponer la modernización en la región.

                En Fiebre de juventud el trasfondo nacional ecuatoriano-latinoamericano aparece como una viva y
            entretenida unidad social, que tiene a la alta burguesía guayaquileña como su centro, alrededor del
            cual los otros se integran orgánicamente, con fluidez, para dar forma a un encantador ideal clásico
            de nación, donde todo funciona. En Cautiva de la selva, ese trasfondo nacional permanece como el
            centro, pero desviado hacia la lumpen-burguesía,  cuya voracidad –que al inicio aparece como la
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            aventura romántica en pos de una riqueza de fácil extracción de la selva– termina siendo mortal
            por el desconocimiento del valor de un mundo que desconoce y maltrata: el mundo “colorado”
            y “auca”. Para su suerte, inclusive la lumpen-burguesía puede contar con un ejército profesional
            que la protege: es la imagen romántica de una nación que se desborda hacia lo que le es ajeno, pero
            nación al fin.

                Después de una década de abstinencia en salas de cine hecho en Ecuador, en 1981 Jaime Cuesta
            y Alfonso Naranjo estrenan  Dos para el camino, obra que la prensa llamó “la primera película
            totalmente ecuatoriana de todos los tiempos”. Los realizadores se enorgullecían, es cierto, de que en
            su elenco y equipo de trabajo todos eran ecuatorianos, y que esto no había pasado antes con ninguna
            película estrenada en pantallas de cine. Desde esta apreciación compartida por realizadores, prensa
            y público, el nacionalismo ya estaba operando. Y opera sobre todo dentro del road movie que es el
            filme, mezclado con una historia de amor.


            4  En  aquella  época,  el  mundo  urbano-mestizo  llamaba  auca,  que  en  kichwa  quiere  decir  salvaje, al integrante  de la
            nacionalidad que luego se nombró waorani, que en su propia lengua wao terero quiere decir gente. En la película, los
            waorani viven en la misma región selvática que los colorados, nombre urbano-mestizo de la época para designar a los
            integrantes de la nacionalidad tscáchila. Se les llamaba “colorados” por la costumbre ritual de los hombres de peinar su
            pelo recortado con tintura roja del achiote. Los waorani viven en la selva amazónica, hacia el oriente de los gigantescos
            Andes, mientras que los tsáchila viven en la selva occidental del Ecuador, que linda con el océano Pacífico. El ritual de
            reducir y momificar las cabezas de sus enemigos es una práctica desaparecida de las nacionalidades shuar y achuar, que
            también viven en la Amazonía.
            5 El velasquismo y los populismos posteriores, como el cefepismo y el bucaramismo, establecieron las bases políticas
            para la alianza entre los sectores des-proletariados de la sociedad y una burguesía matonil, alianza que ha asumido
            otros colores en el siglo XXI. Ver en Lumpenburguesía lumpendesarrollo, André Gunder Frank, La oveja negra, 1970; y en El
            populismo en el Ecuador, Varios autores, Ildis, 1989.
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