Page 325 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2018
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EL NACIONALISMO CINEMATOGRÁFICO EN ECUADOR

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                Desde los primeros intentos por hacer cine, como aquel de Augusto San Miguel en 1924 (El tesoro
            de Atahualpa),  y luego en todos los otros esporádicos y fugaces intentos hasta finales del siglo XX, el
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            aura modernizante del cine estuvo siempre acompañado del espíritu nacional. El cine realizado en
            Ecuador, a la vez que moderno, era un cine nacionalista hasta inicios de la década de 1980. Nación y
            modernidad –el discurso que marcó al continente desde la segunda mitad del siglo XIX– operaron
            de manera orgánica en y con el aparato del cine, no solo en Ecuador, sino en todo el continente.
                Esta convergencia de nacionalidad y modernidad en el cine de entonces explica, en buena
            medida, el reconocimiento de la sociedad a las esporádicas producciones del siglo pasado, que
            usualmente gozaban del entusiasta apoyo de la prensa y del público. Este era el caso, por ejemplo,
            de las producciones y coproducciones con México y Argentina de la década de 1960. A pesar de
            la voz solitaria de Ulises Estrella, el intelectual tzántzico  que fundó por esos años el Cine Club
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            1 Javier Izquierdo realizó un reportaje documental al que tituló Augusto San Miguel ha muerto ayer (2003), en el que
            da cuenta del joven guayaquileño que derrochó su fortuna, y su vida, en la realización de los primeros largometrajes
            ecuatorianos, estrenados en el transcurso de menos de dos años, desde 1924 hasta 1925: El tesoro de Atahualpa, Se necesita
            una guagua y Un abismo y dos almas. Uno de los entrevistados en la obra de Izquierdo es el periodista guayaquileño Hugo
            Delgado Cepeda, que se afana de haber sido quien preservó la memoria, documentada por la prensa de entonces, del
            joven emprendedor y de sus estrenos silentes. Lastimosamente, por razones que bordean lo mítico –historias de entierros
            y lejanías, como la del mismísimo tesoro de Atahualpa–, no se ha conservado ninguna de las películas de San Miguel. El
            viejo Delgado Cepeda conserva todavía, hasta 2016, en el armario de su modesta casa de barrio, unos cuantos recortes
            de prensa de aquellos años, algunos anuncios pagados por San Miguel para sus estrenos, algún lacónico comentario
            de un periodista, y una entrevista que la prensa local hizo a la protagonista de sus obras, varias décadas después del
            estreno. La historia de Delgado Cepeda, y de su personal empeño por preservar la memoria de Augusto San Miguel,
            da cuenta del precario archivo del campo cinematográfico, precariedad que todavía subsiste, a pesar del empeño de la
            Cinemateca Nacional. Las obras del cine ecuatoriano se han desvanecido tan pronto se han estrenado, en los armarios de
            sus realizadores, en las bodegas de los laboratorios, en los micro chips de las memorias digitales.


            2 Tzantzismo, el nombre del movimiento literario fundado en 1962 viene de tzantza, la palabra shuar que designa la cabeza
            reducida de los enemigos muertos en batalla, reducción ritual de la nacionalidad amazónica para alejar la venganza. En
            el manifiesto de su revista literaria Pucuna –verbo kichwa que significa “madurar”–, el grupo asume “el duro arte de la
            reducción de cabezas” de aquellos que ignoran que “Quito tiene un rosario de mendigos [y] que Guayaquil afronta el
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