Page 34 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2020
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             era común el modo cooperativo o directamente el hecho de hacerlo por “amor al arte”. Por lo tanto,
             si bien el cine se respiraba y se discutía (los populares videoclubes se sumarían a la cinemateca),
             en lo que respecta a producirlo no había ninguna experiencia sólida y daba la sensación de que
             cada película implicaba empezar de cero en la mayoría de los rubros. Pero hubo un aspecto que
             terminaría siendo importante para todo el ambiente técnico del cine nacional. Un país de 3 millones
             de habitantes tiene un mercado de espectadores muy reducido. Esto complicaba de forma directa la
             producción de películas y al mismo tiempo las condicionaba a ser dependientes de la coproducción
             extranjera ya que no había forma de hacerlas redituables, basándose en su público natural. Por
             lo tanto, dentro de las limitaciones e incluso sin poder contar con la continuidad necesaria para
             ganar experiencia en los diferentes aspectos técnicos había que no obstante intentar producir de
             forma súper eficiente, con un alto nivel de calidad. Pero el ínfimo tamaño del mercado tendría una
             contracara positiva.

                 De esas primeras generaciones de cineastas, muchos decidieron trabajar en cortos publicitarios
             alternativamente como forma de ganarse la vida. Y resultó que la dura escuela no había sido mala
             en cuanto al producto cinemático en sí y rápidamente llegaron al techo que la publicidad nacional
             ofrecía. Si a esto le sumamos la nula protección a nivel gubernamental del sector y al hecho de que
             debido a la falta de mercado estaban condenados a conseguir trabajo para el extranjero, (no había
             forma de mantener una oficina de producción básica con ese caudal de trabajo), la intrínseca y
             necesaria forma de producción eficiente resultaría en una peculiar ventaja. Irónicamente necesitaban
             de una globalización prematura para poder seguir creciendo y eso estaba a punto de suceder.

                 Por  otro lado,  Argentina, nuestro  competidor  más  cercano, contaba con una  historia
             cinematográfica fecunda habiendo tenido incluso un auge de cine “de estudio” único en
             Latinoamérica, por lo tanto, ellos sí tenían todo tipo de antecedentes en lo que concierne a producir
             cine y sería rápidamente capitalizado. No es casual que muchas productoras uruguayas hayan
             compartido desde sus inicios, técnicos del otro lado del Río de la Plata, a fin de compensar la falta
             de experiencia latente. Pero al revés que los uruguayos, los argentinos tenían un mercado interno
             potente. Nosotros necesitábamos poder seguir avanzando y esto implicaba competir con el mundo
             y con productoras que habían nacido en el seno de industrias audiovisuales propiamente dichas.
             Es de esta manera que aparece una combinación muy particular de cineastas en Montevideo que
             resultan portadores de un alto rigor al momento de filmar. Comandada por directores y productoras,
             se formaría una sólida industria fílmica que no tendría problema en medirse con los estándares de
             la producción internacional. Uruguay se hace rápidamente conocido por ser un lugar de rodaje
             para comerciales televisivos donde la calidad y eficiencia es altísima.  Y es que las ingeniosas
             maneras de filmar aprendidas de las películas de nulo presupuesto, combinadas con presupuestos
             internacionales (lo más parecido a filmar bajo las condiciones de una industria) cristalizarían en
             nuevos, diversos y altamente profesionales técnicos en todos los rubros cinematográficos locales.
             Es así que, en un corto período, los equipos de cine uruguayos se ven formando parte del mundo
             internacional publicitario y esto lleva a la rápida incorporación de todo tipo de equipamiento y
             tecnología, ya sean cámaras, luces, grips, grúas, salas de edición, salas de post, y la consiguiente
             especialización técnica, desde directores, actores, directores de fotografía, gaffers, utileros, editores,
             maquilladores, vestuaristas, directores de arte y, por supuesto, productores.

                 También es interesante destacar las características de Montevideo como plaza de producción
             logísticamente perfecta. Todo está cerca en esta ciudad y a la completa diversidad arquitectónica
             (en un lapso mínimo de tiempo se podía pasar de un ambiente urbano de art decó a un bosque
             natural) se le suma un casting increíblemente ecléctico. Al mismo tiempo, y por primera vez, se toma
             consciencia por parte del gobierno de la importancia del rubro y se profesionalizan dependencias
             municipales a los efectos de facilitar uso de locaciones y la logística alrededor. También surgen
             las carreras audiovisuales, escuelas de cine y colectivos afines, lo que deriva en asociaciones de
             diferentes empresas y trabajadores del sector que finalmente forzarán a materializar ley de cine,
             subsidios, promociones y facilidades para la pequeña pero incipiente industria.

                 Lo interesante de todo lo antedicho, referido a los spots publicitarios, es que no es posible
             entender la alta factura de las películas nacionales sin tomar en cuenta a los primeros, ya que si bien
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