Page 36 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2020
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36 PANORAMA AUDIOVISUAL IBEROAMERICANO 2020
Necesitamos que los gobiernos (como en la mayoría de los países) entiendan que es hora de
tomarse en serio algo obvio: la importancia de fomentar este trabajo creativo que incluye a todo tipo
de diseñadores, artistas y trabajadores intelectuales de alta cualificación porque, en definitiva, actúa
como motor de desarrollo urbano, estructurando los núcleos y las redes creativas del desarrollo
económico, social y cultural de las ciudades y regiones.
Todo esto es harto importante en lo que refiere a trabajo de calidad para un amplio espectro de
rubros, casi que podríamos emparentarlo con los servicios. Pero no podemos olvidar que si bien
la publicidad nos aportó la experiencia para poder soñar con una industria, todo comenzó con
otro sueño, el de hacer cine. La gente confunde normalmente a los publicitarios con los directores
que filman publicidad, pero en los hechos es difícil encontrar a un cineasta que anhele desde chico
querer filmar comerciales, por más desafiantes que estos sean. Y esto hace que probablemente
el punto de inflexión más interesante sea como la posibilidad de volver a filmar, o propiamente
producir, ya sean películas o series, en definitiva narrar historias, donde el poder desarrollar
desde el guión hasta el corte final vuelve a ser una realidad tangible para países emergentes como
el nuestro y lo que es más novedoso, vuelve con la perspectiva que eso no quedará en un hecho
aislado. Esto significa como productores tener la posibilidad de contar nuestras historias al tiempo
de poder vivir de lo que hacemos. Y es que en lo que respecta al cine, incluso cuando la anhelada
distribución es conseguida y suponiendo que hay una mínima campaña de comunicación
todo puede depender del simple y fatídico primer fin de semana de taquilla. Este proceso es
el responsable de que sea muy difícil producir algo que tenga el mínimo riesgo, hecho que se
maximiza cuando se trata de un proyecto que viene de un país con un público potencial mínimo. Y
aquí es donde las plataformas dan un enorme respiro y no es casualidad que incluso en los países
más desarrollados muchos directores de prestigio (desde Harmony Korine hasta Alfonso Cuarón)
han optado por esta modalidad.
Las plataformas pueden manejar tiempos completamente diferentes y customizar la forma
en que presentan sus películas. Incluso pueden incursionar en nichos particulares, lo que trae un
nuevo aire de esperanza, no sólo de trabajar en historias diferentes sino en que la gente (y no sólo
los críticos de algún festival) realmente las vean. Todo esto implica que el riesgo puede ser un factor
a tomar en cuenta, pero no necesariamente es decisivo a la hora de elegir un guión, lo que para los
productores de un país de 3 millones de habitantes es un gran hándicap, no sólo pensando en su
tamaño de mercado sino especulando en que puede efectivamente trascender fronteras. Y esto es
una bocanada de aire fresco para los productores nacionales ya que las condiciones de competencia
si bien no se equiparan, la desigualdad decrece. Por último, es interesante hacer notar que parte
de los riesgos y de los nuevos y recuperados lenguajes y estilos que volvimos a ver gracias al
streaming provienen de una verdad clara y evidente: estas compañías no sólo necesitan contenidos,
sino contenidos de todo tipo que se puedan personalizar en una forma que podría erigirse como
total antagonista de lo que el cine de salas, con su delirante y pretendida homogeneidad, parece
apuntar. No me sorprendería que en el futuro próximo ir a ver una película se asemejara a ver una
función del Cirque du Soleil, en el sentido de una enorme producción destinada a satisfacer a la
mayor cantidad y diversidad de gente posible. El cine pues, como lo conocemos, probablemente
siga en todo tipo de variables, pero en nuestros hogares.
Pero existe otro desafío que tiene que ver con la retribución de nuestro trabajo y sobre todo en
lo que refiere a la creación del mismo. Hasta ahora los operadores digitales y las plataformas han
aprovechado de forma absoluta las posibilidades de transmitir los contenidos.
Parecería que el medio es el receptor natural y total de la titularidad de todo lo transmitido y
esto no parece justo. De hecho, es evidente que todo lo antedicho tiene su principio en la creación
y desarrollo de estos contenidos. Si queremos que los autores y creadores continúen generando
cultura y promocionando la diversidad cultural, se les debe compensar de forma justa por el uso
de sus obras. El fracaso actual a la hora de recompensar a los creadores de forma adecuada está
limitando los ingresos de la industria audiovisual y frenando el crecimiento y la capacidad para
generar la creación de puestos de trabajo.