Page 142 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2021
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                 EVF: contribuyen a mejorar la docencia

                 Como cita Rocío Fernández Piqueras en su tesis doctoral Factores antecedentes en el uso de Entornos
             Virtuales de Formación y su efecto sobre el Desempeño Docente; Gisbert (2002) define un aula virtual
             como “un espacio simbólico en el que se produce la relación entre los participantes en un proceso
             de enseñanza-aprendizaje que, para interactuar entre sí y acceder a la información relevante,
             utilizan,  prioritariamente,  un  sistema  de  comunicación  mediada  por  ordenador”.  Para  Adell
             (1997), “las aulas virtuales, la educación en línea a través de las redes informáticas, son una forma
             emergente de proporcionar conocimientos y habilidades a amplios sectores de la población, para
             que puedan acceder a la formación aquellas personas con dificultades para asistir regularmente a
             las instituciones educativas presenciales”.

                 Si parafraseamos nuevamente a autores como Zapata (2003), Marqués (2000), Adell (1999),
             Gisbert (2002), Collis (1997) o Área (2004), entre otros, definimos los EVF como el surgimiento de
             un nuevo espacio no real sino “virtual” apoyado en las TIC y en las redes (Internet) que se ofrece
             en las universidades a profesores y alumnos. La enseñanza que se realiza en dichos entornos es lo
             que se denomina comúnmente teleformación o eLearning (Ramos, 2004).

                 Los canales virtuales “desaparecen las barreras espacio-temporales, lo que conlleva una
             flexibilidad y adecuación del ritmo de aprendizaje; fácil interacción entre todas las partes implicadas
             (profesor-alumno materiales y grupo-clase); y un fácil acceso a los contenidos y materiales entre
             otras” (Fernández, 2009).

                 Y sin embargo, “hoy en día todavía hay un elevado número de profesores y usuarios que no
             poseen los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para desenvolverse y usar de forma
             inteligente la tecnología y la cultura digital (Horton, 2000); además, la teleformación (formación a
             distancia) exige a los alumnos autodisciplina y regulación del tiempo, lo que conlleva un grado de
             madurez importante (Marqués, 2000a)”. (Fernández, 2009).

                 Si bien, como dice el profesor Miguel-Ángel  Ballesteros-Moscosio, “...la parte central en
             cualquier sistema virtual de formación es la plataforma tecnológica o plataforma digital”, pues es
             lo que permite una usabilidad democrática para todos los usuarios, no es lo único -según expresó
             Seymour Papert-, lo esencial es quiénes son los “soldados” o profesores que sostienen dicha
             plataforma. Se requiere de un proceso más para garantizar la efectividad de la tecnología en el
             proceso de enseñanza-aprendizaje: voluntad, compromiso y pasión por enseñar.

                 Debido a la emergencia por COVID-19, cada país y colectivo encontró de acuerdo con sus recursos,
             formas y soluciones para mantener el ciclo de enseñanza-aprendizaje entre maestros y alumnos.

                 Así, en Latinoamérica nació el taller ¿Cómo hacer una película de principio a fin?, ideada por el
             cinefotógrafo Carlos Hidalgo, miembro de la AMC (Sociedad Mexicana de Autores de Fotografía
             Cinematográfica), quien fue llamado por el director de una escuela de Colombia para pedirle ayuda
             a crear un curso virtual de cine y así los alumnos pudiesen seguir tomando clases. Sin embargo,
             como ha pasado con muchos centros educativos, la escuela no pudo continuar financiando el taller
             y Carlos Hidalgo, resuelve que el mismo concepto del taller puede crecer y ser impartido por
             distintos profesionales del cine y el audiovisual, desde las distintas disciplinas que se requieren
             para hacer una obra cinematográfica.

                 En una apuesta de la AMC y el espíritu de sus socios y especialistas del cine mexicano, se
             pusieron en marcha los primeros talleres con el objetivo de crear un espacio virtual que permitiera
             ser impartido por reconocidos cineastas de la industria cinematográfica. Este experimento, cuya
             plataforma digital fue Zoom, logró despertar tanto el interés de estudiantes jóvenes en etapa de
             formación, como de profesionales con trayectoria, que al ver que sus colegas abrían un espacio de
             tiempo largo para enseñar y compartir su trabajo y conocimientos, participaron de estos talleres,
             que se convirtieron en aulas virtuales de enseñanza colaborativa a varias voces.
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