Page 335 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2022
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EL DOCUMENTAL O EL CINE NECESARIO                          335



            está demasiado enfocada en las cuestiones de factura. Y eso no es necesariamente lo que define a
            un producto de calidad para la televisión. El documental debería volver a animarse un poco más a
            la desprolijidad y tener en cuenta que lo fundamental en un medio de comunicación es la “potencia
            comunicacional” de un producto. Y eso no se logra necesariamente con una excelente factura. El
            corazón del documental, su historia, lo que cuenta, lo que transmite, sigue siendo lo que mueve
            el amperímetro. La comunicación audiovisual sigue siendo emoción por sobre todas las cosas.
            Cuando el documental genera emoción, el partido está ganado.



                                        REIVINDICACIÓN DEL DOCUMENTAL

                Ana María López

                Algo causa miedo en el documental. Que toque, como se dice, “lo real” –es decir, esa parte de las
            cosas que guardan su fuerza poética de sorpresa, para todo lo que difiere del orden establecido, que
            anula programas, que manipula los controles-, eso siempre causa miedo, sin duda, pero no es de ahora,
            pero no tiene que ver con el cine (eso compete a toda suerte de arte vivo). (Comolli, 2007, p. 210)

                Este planteamiento en el contexto contemporáneo del documental genera varias preguntas: ¿es
            posible seguir hablando de miedo? ¿Mantiene la relación con el arte vivo? ¿Logra tocar lo real? No es
            fácil plantearse hoy respuestas en medio de la confusión que presenciamos con la superabundancia
            de imágenes en movimiento que inundan diariamente todos los ámbitos de la vida. Tal confusión
            se expresa en la enorme dificultad de las nuevas generaciones para diferenciar la naturaleza de los
            contenidos por los que navegan y para entender las implicaciones de tal confusión.

                En un reciente artículo el crítico argentino Roger Koza (Koza, 2022) plantea un cuestionamiento
            a la categoría de hibridez que ha servido en el cine para zanjar la discusión sobre aquello que se
            sitúa en el intersticio entre la ficción y el documental. En el texto señala como la diferencia entre la
            ficción y el documental tiene un claro sentido extra cinematográfico y se pregunta de la mano de
            varios directores y sus obras por la compleja categoría de lo real. Lo que me interesa destacar es que
            la reflexión sobre el lenguaje cinematográfico y su clasificación ha sido quizá la manera de dominar
            ese miedo que suscita el arte cuando provoca conmoción, cuando interpela y cuando llega a las
            entrañas del espectador. Por esta razón, el problema de los géneros y el afán clasificatorio tienen
            un claro propósito organizativo dirigido a un mundo que busca apaciguar el espíritu del cine y del
            arte. Lo que habría que agregar es que el propósito fundamental tiene que ver con una discusión
            más amplia, pues el efecto clasificatorio se hace con fines de mercado. No son dos discusiones que
            puedan desligarse ni eludirse, menos hoy.

                Las dificultades clasificatorias estaría más en la dirección de lo que señala Comolli cuando
            habla de objetos difíciles de recoger que no se dejan llevar a la categoría mercantil de “producto”,
            que no desaparecen cuando son apenas consumidos (2007, p. 210). Lo que hoy nos hace pensar
            que las múltiples expresiones de lo real son más necesarias que nunca; no son los elogios de la
            institucionalidad cuando reconoce las calidades artísticas de las obras documentales, ni que nos
            digan que hay un creciente interés de la industria en este cine de lo real, lo que perseguimos y por
            lo que insistimos es porque hemos conocido el asombro, la chispa, la conmoción majestuosa que
            se produce cuando tras ver un documental sentimos que algo en nosotros ha cambiado, algo se
            ha revelado y se ha fijado en nuestra memoria. Reconocemos que el lugar marginal que muchas
            veces se le señala al documental es en parte porque se niega a dejarse domesticar, a adecuarse
            a las determinaciones formales que exigen las clasificaciones. Y desde este lugar continuaremos
            trabajando y demostrando que con los elementos fundamentales del gesto cinematográfico es
            posible descifrar los misterios del mundo.

                Pero para no perdernos en este intrincado camino en el que se ha convertido hoy el mundo
            audiovisual y toda su parafernalia habrá que volver a lo básico, detenernos y mirar la historia dejar
            el afán de consumir los contenidos con la vertiginosidad que nos impone el mercado, pero sobre
            todo buscar la belleza y estimular el pensamiento.
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