Page 256 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2023
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             9 metros encima, ha recorrido las calles de Guayaquil y ha provocado muchísimas miradas, fotos
             de curiosos al amanecer, al tiempo que las ventanas de otros vehículos bajan mientras la gente a
             gritos pregunta dónde fue encontrado tan grande animal. Me orillo a la derecha de la carretera para
             entrar a Punta Barandúa, nuestra locación principal, la hermosa playa donde ocurre gran parte de
             la acción de la película.

                 Entra una llamada de Pato, que habla eufórico y escucho en el altavoz su más reciente relato.
             Al llegar a la vía a la costa, en un paso a desnivel, les ha interceptado la policía. Ante la petición de
             explicaciones sobre tan inusual traslado, Rodolfo y Pato explican la situación y presentan las cartas de
             la productora, el aval del Instituto de Cine y muestran en su celular fotos del proceso de construcción
             en el taller, pero no es suficiente. Los policías han pedido subir a la plataforma e inspeccionar y, al
             quitar el plástico de cobertura, el olor a pintura de aceite confirma que no se trata de un animal de
             mar, es un animal de espuma. En medio de un tumulto de vecinos que se ha formado y que toman
             fotos y comentan la situación, ambos policías piden tomarse una foto junto a la ballena. Sonrisa,
             click, y el operativo sigue su camino.

                 6:30 am
                 El equipo de producción está listo en locación. Hemos revisado planes mientras desayunamos
             alguna de las delicias de plátano verde o yuca. Hoy es un día físicamente duro y el desayuno es
             recargado. El resto del personal sigue llegando, según su hora de llamado y el equipo de producción
             se mueve ya a un ritmo que delata adrenalina y dos tazas de café.

                 Manos hábiles arman carpas que nos salvarán del duro sol ecuatorial. Es necesario tener puntos
             de sombra y espacios para preparación de materiales en el descanso del acantilado y arriba, en la
             casa, junto a la base de vestuario y maquillaje. Noto que desde hace algunos días subimos y bajamos
             las gradas del acantilado sin que se note esfuerzo, nuestros muslos están fuertes y bronceados.

                 7:00 am
                 Cinthia llama ansiosa a Pato. Ya deberían estar por llegar, pero evidentemente el tráiler toma
             más del doble de tiempo en realizar ese trayecto de carretera por el que hemos transitado mil y una
             veces el último año. Rambo, mítico jefe de iluminación del cine ecuatoriano, discute con Cinthia
             sobre la mejor forma de llevar a nuestra ballena a la playa. Esta discusión ha sido recurrente los
             últimos días y han surgido varias ideas. Las opciones finalistas son: un sistema de poleas que baje
             nuestro animalito con cuerdas por el acantilado y la opción de gastar músculo humano y cargarla
             desde el otro lado de la playa. No sabemos aún el peso real y, aunque cada día somos mejores en
             calcular los niveles de marea, no sabemos si hasta que llegue la hora crítica, las olas nos permitirán
             cruzar la punta del acantilado. Abogamos por la integridad física del animal y por la seguridad del
             equipo; nosotros tememos más a las rocas y Rambo a la marea. Hacemos nuestras apuestas, nos
             reímos; Cinthia y Rambo juntos son extremadamente divertidos.

                 7:20 am
                 Una llamada de Pato advierte que están ya en la entrada de la carretera. En 5 minutos vemos
             al tráiler detenerse en puerta de la propiedad y nos acercamos anonadados y alborotados. Risas y
             anécdotas de Pato, de Rodolfo y su asistente Luz María se escuchan de fondo, mientras me acerco
             de nuevo a la conversación de Rambo y Cinthia. En ese momento la decisión parece obvia: debemos
             cruzar el terreno del vecino hasta llegar seguros a la parte más baja de la playa. El vecino está parado
             ahí, listo para ayudar, y parece no entender lo que está viendo.

                 Todo indica que la ballena no es pesada por su material, pero sus 9 metros de largo requieren
             muchas manos para cargarla. Llega Ana Cristina, la directora, con una sonrisa que no le cabe en las
             mejillas. Entiende la situación y se prepara también para cargar el animal. No se cuántas manos hay,
             pero parecería que los casi 40 integrantes del equipo lo han dejado todo para estar en este momento.

                 ¡Una, dos y tres! la ballena está en el aire, parecemos hormiguitas en una teleserie animada.
             ¡Cuidado, se dobla la cola! ¡Cuidado con las aletas! ¡Alguien venga más hacia delante! Todas las
             manos se acomodan intuitivamente, la llevamos fácil, es relativamente liviana y somos un solo cuerpo,
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