Page 394 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2023
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ayuda para el corto en nuestras convocatorias, ¿las conoces? y las estamos fortaleciendo, cada año impulsamos
XXX producciones de jóvenes realizadores”.
Todos en este negocio del cine, tan bien pensantes y tan buenistas, tan comprometidos socialmente
como los tiempos exigen, amamos el cortometraje y estamos ayudando a su fortalecimiento. De
palabras para afuera por supuesto que sí, sin embargo, al momento de ver las acciones muchas
dudas quedan a lo largo y ancho del continente latinoamericano. Es importante separar el caso de
España y por ello no hablo de Iberoamérica, donde pese a sus propias luchas, búsquedas y por su
puesto más ambiciosas expectativas para los miembros de la industria del corto, el trabajo evolutivo
de los últimos años es faro de luz para el resto de los países, a sabiendas que igual aún en todos
lados hay mucho por hacer.
¿Por qué tener un punto de partida tan oscuro y desconfiado? ¿Por qué no hablar de entrada de
esas “importantes” líneas de ayuda de los diferentes ministerios o del amplio número de cortos que
se producen en la región? Muy sencillo, porque independientemente de las acciones y de los logros
conseguidos en cada uno de los países, la trascendencia del cine corto es de tal magnitud para el
crecimiento y consolidación de nuestra realidad audiovisual, que resultan mínimas esas acciones
de impulso frente al respaldo que se le da a las dimensiones económicamente más rentables de todo
el espectro audiovisual. El cortometraje sigue siendo la cenicienta en las políticas audiovisuales
iberoamericanas.
EL CORTO ES CINE
Quizá el punto de partida para que todos hablemos el mismo idioma es un asunto de dignificación
que comienza por lo nominal. El cine nació corto, no es una expresión audiovisual menor y su
autonomía se ha complejizado con tal nivel de profundidad a lo largo de la evolución histórica de
las imágenes en movimiento que los teóricos aún debaten si llamarlo género o formato.
Ambas estructuras de clasificación le son insuficientes pues es capaz de contener todos los
géneros y subgéneros, y solo encasillarlo como formato por su duración es limitante, cuando ha sido
punta de lanza en la renovación del lenguaje audiovisual gracias a su libertad creativa que no suele
depender de estándares y obligaciones comerciales, a la versatilidad técnica que tiende a admitir y
a la flexibilidad con la que se adapta a las más complejas condiciones de producción.
Solemos escuchar con un aire juguetón a quienes se refieren ingenuamente al corto como el hijo del
largo o su hermano menor. Nada más distante, si el cine nació corto fueron los cortometrajes quienes
lo dieron a luz y entonces cuando hablamos de relaciones familiares, como resalta habitualmente en
sus intervenciones el gestor, productor y distribuidor vasco Aitor Arenas “El cortometraje ni siquiera
es el papá del cine, es la mamá”.
Caben aquí también para matizar el asunto nominal las palabras del periodista y cineasta argentino
Pablo Pécora “Cortometraje es sólo la denominación institucional que se le dio desde entonces a una obra
cinematográfica corta, pero su especificidad no está en su característica física más obvia, sino más bien en su
carácter de refugio y espacio de resistencia”. Los cortometrajes son películas y no admiten diminutivos,
no son corticos. Pero además si algo es urgente y obligatorio para los países iberoamericanos en el
camino de hacer existir nuestro cine, es la capacidad de resistir al embate cada vez más descarnado
del cine industrial y en ese sentido el corto es una de las más poderosas armas, como lo anota Pécora,
para resistir.
No es un asunto menor el tema del aguante, mucho menos cuando cada vez más nuestro cine de
largometraje lo ven audiencias locales más limitadas y con menor entusiasmo, las que deberían ser
sus audiencias naturales. En unos más y en otros menos, pero en todos los países de Iberoamérica el
terreno ganado por nuestro propio cine en la taquilla hasta antes de la pandemia no se ha recuperado
y en algunos casos como el colombiano, va de mal en peor. Incluso así las cifras se intenten leer con
ópticas optimistas.