Page 396 - Panorama Audiovisual Iberoamericano 2023
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y muchas más, preguntas válidas que tomará tiempo responder, pero claramente cuestionamientos
que también son evidencias de que el cortometraje audiovisual no es un asunto menor por volumen
e impacto que tienen actualmente y que quienes lo miren por encima del hombro están dejando
pasar una oportunidad de oro.
Las audiencias están alineadas en darle relevancia al corto y la industria cinematográfica no lo
está viendo tan claramente, la publicitaria sí y los grandes conglomerados tecnológicos por supuesto,
intentemos entonces desde el cine no ser tan obtusos. Y a ello, como oportunidad, se le suma lo que
llamo el efecto pasabocas.
Frente a un consumo de largos donde sobre todo los jóvenes cada día privilegian más el cine
mainstream, las sesiones de cortos se convierten en un menú de degustación para abrir los sentidos.
Si toda la vida me acostumbraron a comer hamburguesa, es muy difícil que de forma autónoma
decida probar la variedad gastronómica que el mundo tiene para ofrecerme.
Necesito despertar mis papilas gustativas, pero no lo haré con una cena completa, pues el temor
a lo desconocido me hará decantarme por la zona de confort. Sin embargo si me ofrecen pasabocas
de diferentes lugares, donde pueda probar muchos sabores, quizá me dé cuenta de que eso que no
había llegado a mi paladar antes, es interesante y se despierten deseos y gustos que no sabía que tenía.
Eso pueden lograr los cortos, ayudarnos a construir audiencias dispuestas a disfrutar la diversidad
del cine, una de las cosas que más necesitamos en Iberoamérica. No podemos simplemente resignarnos
frente a que incluso en nuestros territorios los grandes éxitos sean Avatar o Mario Bross, puede que
sean buenas hamburguesas, pero necesitamos públicos nutridos por sabores locales y del mundo.
Suena ingenuo, pero es preferible a la tristeza de aceptar sin actuar.
TODAS LAS FORMAS DE LUCHA
Históricamente los festivales de cine han sido los llamados a darle visibilidad al cortometraje
y con el tiempo esa responsabilidad ha caído con mayor énfasis en los festivales especializados en
el formato. Es curioso, pero en los últimos 10 años, por supuesto con excepciones, hemos visto un
fenómeno contradictorio al respecto de los festivales de cine.
Por un lado los eventos centrados en el cortometraje en Iberoamérica, los que hacen una apuesta
directa en la construcción de audiencias dispuestas a la diversidad se han multiplicado y fortalecido
gracias al respaldo del público, pero su profesionalización y crecimiento se ha visto limitado por los
apoyos gubernamentales siempre menores y por el contrario los grandes festivales de cine de largos
(que incluyen cortos) se han visto respaldados decididamente con apoyos públicos y cada vez más
le han restado respeto y dignidad a los cortometrajes.
Los cortos en muchos de los grandes festivales de cine de Latinoamérica y España se presentan
en los horarios menos relevantes, en las salas más alejadas o de menor impacto, o se convierten en la
moneda de cambio para acciones de marketing sin generarle retorno a sus realizadores, descontando
las veces que son usados para crear una estrategia digital y ponerlos gratis en internet bajo el discurso
de ampliar audiencias.
De hecho en la región es fácil identificar el festival de mayor relevancia de cada país -generalistas
con principal atención en los largos-, pero no en todos los casos es sencillo saber cuál es el principal
festival de cortos, el que establece un diálogo local e internacional de impacto. Impulsar esos
procesos para que sean más contundentes debería ser un objetivo por parte de las autoridades
cinematográficas, pues ya hemos visto lo que el corto le puede generar a cada país. Por ello es vital
la existencia de eventos especializados, poderosos y contundentes que acerquen a los públicos que
necesitan sabores diferentes.
Esta situación contrasta con algunas iniciativas que en la región parecen evidenciar que el corto
está siendo visto con la seriedad que merece desde el camino industrial. Por un lado está el proceso